Black Ladies


He descubierto cinturas flexibles, tonos matizados de piel, juegos de luces y sombras, formas alargadas y esbeltas, lánguidas o lascivas, todas ellas con ese algo indefinible, solapado, que parece proceder de muy lejos, de las estrellas... un algo que hechiza y encandila.
He soñado con diosas negras.
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Justas eran las palabras del amor. Aquí Douala, Abidjan, Bamako. El amor vivía en el vacío de un sol verdadero.
Voz del viento tráeme a mi amor. Aquí Bangui, Kinshasa, Dakar. Mi amor nació en exuberantes llanuras.
Mi amada es imaginaria y nocturna. Aquí Brazaville, Kinshasa, Lagos. Mi amor es aliento e imagen.
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He contemplado la tierra de la que emerge el mundo, en tu negro, en tu carne, en el sudor y el calor. Abismo de amor repleto de delirios, tormenta tenebrosa, perfumada y adorable...
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Vasta tierra negra que se desliza bajo el viento, mano de una ternura umbría, recuerdos de la madre y del deseo, ciudadela, templo o columnas, carnes erguidas prestas a luchar, diosa entre las rocas, un fruto madura frente al sol, donde la carne muere y resucita sin fin.
En esos enormes y lánguidos ojos de princesa, tierra prometida, paraje desarbolado o cascada lunar, sus brazos, ¡oh, cielos!, son como gacelas aladas. Cabellera nacida de la espuma azulada del deseo. (...) Jamás saciada de magnificencia, la savia alimenta la nube azul del deseo para desposar sus curvas más vagabundas que el viento, e inhalar tu leyenda mientras muere.
Tierra negra, espuma de la que brota la vida, (...) la sombra y la luz fusionan sus paletas para ayudar a la ladrona que me despoja a medianoche.

Calixthe Beyala (1995)